El puente de Nicolás Soria, milagro

Álvaro Boro

OPINIÓN

Obras de ampliación del paso de la calle Nicolás Soria, en el barrio ovetense de Ciudad Naranco
Obras de ampliación del paso de la calle Nicolás Soria, en el barrio ovetense de Ciudad Naranco D.R.

20 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No podía creer lo que veía, me echaba las manos a la cabeza y a punto estuvieron de saltarme las lágrimas, de romper a llorar como un niño: la obra de ampliación del puente de Nicolás Soria terminada. ¡Aleluya, aleluya! A eso de las ocho de la mañana, hora crítica hace poco y donde uno se dejaba media vida en un atasco, recorrí en un instante los tres carriles de bajada. Y di la vuelta para volver a entrar a Ciudad Naranco, aparcar y caminar por las aceras. Tuve que meter el dedo en la llaga para creer lo que me habían contado, que la eterna promesa al fin se había cumplido. No voy a mentirles, se me hizo muy raro salir de Ciudad Naranco sin ese embudo que desde que era pequeño originaba el puente, una especie de placer y desconcierto se apoderó de mí.

Desde que tengo recuerdo siempre he escuchado hablar de esta ampliación necesaria para la ciudad, me acuerdo de ir de la mano de mis padres o abuelos o tíos o quién fuese que me llevase y tener que pasar de uno en uno, en fila, por la estrecha acera: «Álvaro, no te pegues a la pared que está mojada y te manchas». Señoras con el pelo cardado que salían rezumando colonia de Conchi y abrían su paraguas los días de lluvia para, en pocos metros, emprender una guerra por quién ganaba el territorio de paso bajo el puente.

El puente de Nicolás Soria, al que hay quienes llaman túnel, forma parte de mi educación sentimental y de la idiosincrasia de un barrio, Ciudad Naranco, que ha sido maltratado sistemáticamente a lo largo de los años y de las corporaciones. Con esta obra, y algo más (mejora de Almacenes Industriales, Kuivi, remodelación escaleras de RENFE), parece que se están haciendo mejoras, pero son muchas las necesidades que reclaman los vecinos y siguen sin atender. Entiendo que en la ciudad haya otras tantas o más urgencias, pero este barrio, en mayor o menor medida, es el mío. Y uno, aunque no es mucho de patrias ni nacionalismos, le duele y defiende más lo suyo y lo de los suyos.

La ampliación de Nicolás Soria, con esa mezcla entre lo nuevo y lo viejo, con ese grafiti recortado, tiene un aire a muro de Berlín recién tirado. Espero que se urbanice y se mejore, porque si no la buena idea se va a quedar en algo semejante a la reparación de la Losa: una chambonada entre el todo y la nada. También me llama la atención que unos y otros (Ayuntamiento, Principado y ADIF) celebren esta obra prometida en 1998 y acabada, o casi, en abril de 2024. Adjudicada en 2019, con un plazo de 12 meses, se termina con cuatro años de retraso; y de los 2,99 millones que iba a costar inicialmente nos vamos a 4,6 millones, un sobrecoste del 54%. Se ha ganado fluidez para los vehículos y para el ciudadano, sin duda, pero esta demora y este gasto deben sonrojar a los responsables y ser motivo de crítica de todos nosotros. Se debe celebrar y recibir honores cuando se consigue o pasa algo maravilloso, una hazaña, no cuando se cumple con las necesidades de unos vecinos.