Candela Peña y Tristán Ulloa: «En Santiago todo el mundo parecía tener la certeza de lo que ocurrió con Asunta»

beatriz pallas REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Candela Peña y Tristán Ulloa protagonizan la serie  El caso Asunta
Candela Peña y Tristán Ulloa protagonizan la serie El caso Asunta MANUEL FERNANDEZ-VALDESNETFLIX | EFE

Los dos actores encarnan al matrimonio formado por Rosario Porto y Alfonso Basterra en la serie «El caso Asunta», que llega a Netflix el día 26

20 abr 2024 . Actualizado a las 15:32 h.

Hace casi una década que Rosario Porto y Alfonso Basterra fueron condenados por el asesinato de su hija Asunta, de 12 años, en Santiago de Compostela, pero tanto tiempo después sigue habiendo más preguntas que respuestas en torno a este crimen. El próximo viernes 26, Netflix recrea El caso Asunta en una serie de ficción de la productora gallega Bambú Producciones. Candela Peña y Tristán Ulloa encarnan a un matrimonio de carne y hueso que un día de septiembre del 2013 cometió el acto más atroz de sus vidas.

—¿Con qué espíritu se aproximaron a dos personajes tan mediáticos como fueron los padres de Asunta?

—[Tristán Ulloa] Hemos intentado abordarlos manteniéndonos al margen de la repercusión que tuvieron en su momento. Para nosotros lo interesante eran los personajes en sí, transitarlos y encarnarlos al margen de toda la información que hemos tenido sobre ellos. Ha sido un trabajo de sintetizar e ir al grano, usar aquello que nos era útil. Hemos querido ser libres y desprendernos de todo el ruido mediático.

—[Candela Peña] Poder hacerlo real era lo que más nos interesaba a los dos, no tanto su parte más conocida, sino poder construir aquello que no se vio, lo que la gente desconoce. Como dice Tristán, fue un caso que nos debe enseñar cómo colocarnos como sociedad frente a algo sobre lo que todo el mundo parece saber.

—[T. U.] Es difícil a veces apartarse de todo eso. En Santiago mucha gente se nos acercaba y nos decía: «Esto es lo que pasó realmente, esto fue así...» Todo el mundo tenía la certeza de saber lo que había pasado, cuando en realidad no se sabe a ciencia cierta y creo que por desgracia no lo sabremos nunca. Con esto no estamos defendiendo a Alfonso ni a Rosario, pero sí poniendo ese atisbo de duda razonable en cómo se gestionó todo. Lo que se plantea en esta serie es una reflexión sobre qué parte de responsabilidad social nos toca asumir a los demás.

—Candela, usted ha asegurado haber recibido comentarios en la calle, en Santiago, por interpretar a Rosario Porto.

—[C. P.] Lo comenté de una manera que lo han cogido con pinzas. Hemos rodado en las calles donde ocurrieron los hechos algunas escenas muy complicadas, como cuando los increpaban al entrar en el portal. Entonces ahí había alguna gente de la calle que se sumó, pero forma parte de lo que dice Tristán, de ese juicio que hace que la gente te diga: «Cómo sois capaces de ganar dinero con esto». Nosotros lo encaramos como cualquier otro trabajo.

 

—Su interpretación resulta perturbadora porque no pone el foco en su condición de criminales, sino en una faceta más humana.

—[T. U.] Hay una cosa que dice Candela que me gusta mucho y es que lo peor que puede hacer una persona no define por completo a esa persona. Uno no es únicamente asesino por el hecho de haber matado, es muchas más cosas además de eso. Todas esas cosas eran lo que nos interesaba, abordar al ser humano. No nos podíamos permitir juzgar a los personajes en ningún momento.

—[C. P.] Queríamos que la gente se plantee al menos el entender su circunstancia, hacerle dudar y pensar en qué les pudo pasar para hacer lo que hicieron. Son personas muy frágiles. Rosario Porto es una mujer que intenta suicidarse tres veces en su vida, no son personas fuertes.

—No estaba previsto en principio que el personaje de Rosario Porto fuera para usted. ¿Qué la llevó a pelear por conseguirlo?

—[C. P.] Es un personaje de una complejidad interna increíble, una mujer que en algún momento de su vida tomaba diez orfidales diarios, o sea que las domas de ella misma eran muy difíciles de cabalgar. Me interesa muchísimo la salud mental en los personajes e indagar en una cabeza que, pudiendo haber tomado muchas decisiones diferentes en su vida, por qué toma las que toma. Me interesaba mucho también la relación entre ellos dos. Era una cadena de enganches: ella muy enganchada a sus padres, Alfonso a ella, los dos a la niña... Eran unos mimbres difíciles de crear. Y me atraía tener un compañero como el que he tenido en Tristán y espero que él conmigo también. Siento que sin Alfonso-Tristán yo no habría podido hacer esa Rosario. Ha habido un equipo maravilloso que nos ha puesto un colchón increíble. Hemos tenido la suerte de que los astros se cruzaran.

—¿Cuánto le ha costado llegar a perfeccionar el acento gallego?

—[C. P.] Con dos lingüistas maravillosas, Charo y Rosa. Ellas dos han sido, como dicen algunas señoras de algunos señores que detesto, mis brazos y mis pies. Ha sido un sueño para mí y muchas horas de repetir «Alfooonso», «caaasa»... [dice bajando la curva de la entonación] Se han reído mucho de mí. Mi máxima preocupación era no resultar una impostora, alguien haciéndose la gallega y haciendo una parodia, algo que yo no quería por nada del mundo. He tenido mucha ayuda del productor.

—¿Ha sido un esfuerzo añadido la documentación meticulosa para reproducir frases y escenas que están en la memoria de todos?

—[T. U.] La productora de la serie ya había hecho el documental y tenemos información privilegiada y de primera mano. Incluso ha habido que hacer un ejercicio de poda, de apartar el grano de la paja y quedarte con lo que era útil. Al final estamos haciendo ficción. Tenemos unos referentes de estos personajes en situaciones públicas, pero nos hemos tenido que imaginar lo que era esta pareja de puertas adentro. Eso lo hemos ido creando con mucha libertad. Hay que soltar amarras y dejar que fluya. Hemos tenido la posibilidad de jugar y probar mucho y encarnar a dos personas de carne y hueso más allá de lo que hayan hecho o dejado de hacer. Lo importante era que estos dos personajes se mirasen a los ojos y se reconociesen y creo que ahí ha habido un trabajo muy potente de todo el equipo y, en particular, con Candela.

—[C. P.] Hemos tenido dos directores [Carlos Sedes y Jacobo Martínez] que jamás nos dijeron que copiásemos a estos personajes. De hecho nos decían lo contrario, no los copiéis. Eso era lo que nos interesaba.

—Esta es una historia de una pareja implicada en un asesinato. ¿Por qué el foco está puesto especialmente en la figura de la madre?

—[C. P.] Eso es el heteropatriarcado. No es lo mismo la violencia vicaria sobre un hombre que sobre una mujer. En este caso, cuando es algo supuestamente pactado entre dos, el hecho de que haya una madre que va para delante con esos actos hacia su hija no tiene la misma prensa. Es mucho más señalable sobre una mujer. Ellos eran una pareja atípica y moderna, porque tenían los roles un poco cambiados. Alfonso Basterra se ocupaba más del hogar, de la niña y ella era la que salía más fuera. Y también creo que había un poco de rencor social, porque ellos ocupaban una posición dentro de cierta burguesía.

—[T. U.] Si esto ocurre en un ambiente marginal o más humilde tal vez se hubiese entendido de otro modo. Pero que suceda en un círculo de cierta burguesía en Santiago alimenta ese morbo, ese hambre por conocer detalles. Hay un personaje que me resulta muy interesante, que es un miembro del jurado, al que interpreta Santi Prego, al que le cabe una duda razonable. Él no las tiene todas consigo y piensa que tal vez no se están haciendo las cosas bien. Me parece una forma de decir que todos somos responsables de cómo gestionar un hecho tan triste y lamentable como este. No se trata de lapidar a dos personas que en el momento en que están entrando al juicio antes de ser juzgadas ya han sido sentenciadas. ¿El estado de derecho funciona o no? Esto nos interpela a todos.